COLECCIÓN NYMARA

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Dicen que hace miles de años, cuando la Tierra aún cantaba en voz alta y los árboles hablaban con el viento, existió una mujer llamada Nymara.

Nymara no pertenecía a ningún pueblo ni nación. Caminaba descalza entre montañas y ríos, hablaba con las piedras y dormía bajo las estrellas. Era una guardiana de lo invisible, una tejedora de energía. Los chamanes decían que había nacido del vientre de la selva en una noche sin luna, cuando los elementos se reunieron en círculo y decidieron que el mundo necesitaba un equilibrio perdido. Nymara no hablaba con palabras, sino con gestos, miradas y piedras.

Cada mineral que encontraba en sus viajes no era una simple joya, sino un mensaje. La amazonita, con su verde suave la ayudaba a calmar tormentas interiores y abrir los corazones cerrados.

El rubí, en cambio, era su fuego. Su corazón ardiente. El rubí le recordaba quién era, y le daba el valor de hablar cuando todo el mundo callaba.

En lo profundo de los bosques, donde la luz se filtraba como hilos dorados, encontraba la serpentina. Se la ofrecía la tierra como símbolo de transformación. Era la piel que se mudaba, el ciclo que renacía. Nymara usaba la serpentina cuando alguien necesitaba soltar una vida que ya no le pertenecía, una identidad que ya no servía.

Y finalmente, en los picos más altos, donde el aire era fino y el mundo parecía suspenderse, hallaba el cuarzo cristal. Transparente como el silencio, era la piedra de la verdad. Nymara la colocaba sobre la frente de los sabios, para ayudarles a ver más allá de lo aparente, para limpiar el velo entre mundos.

Cuentan que un día, Nymara reunió las cuatro piedras en un mismo círculo de fuego. Las colocó sobre la tierra húmeda, rodeadas de flores secas, y esperó. Durante tres noches, no durmió ni comió. Solo escuchaba. La tierra vibraba bajo sus pies, los árboles se inclinaban hacia ella, los animales se acercaban sin miedo. Y entonces, al amanecer del cuarto día, el cielo cambió.

Una luz blanca descendió lentamente y tocó las piedras.

Dicen que, en ese momento, Nymara comprendió que no eran solo gemas. Eran fragmentos del alma del mundo. Que la amazonita, el rubí, la serpentina y el cuarzo cristal eran los cuatro elementos del espíritu humano: la calma, la pasión, la transformación y la claridad.

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Nymara: el susurro de la Tierra Antigua

Desde entonces, se dedicó a crear amuletos, talismanes, collares y pulseras con esas piedras, que ofrecía solo a quienes realmente los necesitaban. Nymara leía el corazón de cada persona y entregaba la combinación que su alma pedía.

Así, su nombre se convirtió en leyenda. Algunos dicen que Nymara sigue viva, en algún rincón del mundo, caminando entre árboles y recogiendo piedras con la misma devoción de hace milenios. Otros creen que su alma se disolvió en las gemas, y que cada vez que alguien las lleva puestas con intención, su espíritu despierta y actúa.

Hoy, la colección Nymara nace como un homenaje a esa sabiduría antigua. No es solo una línea de joyas. Es un amuleto, una conexión, un portal.

Cada pieza de Nymara está creada con minerales reales, elegidos por su belleza natural pero, sobre todo, por su energía.

Cada joya lleva en su interior una promesa: recordarte quién eres. Porque tal vez tú también eres un poco como Nymara.

Tal vez sientes que hay algo más allá de lo visible, que las piedras no son solo adornos, sino testigos del tiempo y guardianas de secretos. Tal vez tú también escuchas a la Tierra en silencio, aunque el mundo esté lleno de ruido.

Y si es así, entonces esta colección es para ti.

No para seguir una moda.

Sino para volver a ti misma.

Para tocar lo sagrado con las manos.

Para llevar en tu piel un pedazo de la historia que la Tierra aún quiere contar.